lunes, 4 de agosto de 2014

Empezamos el curso con la compañía de Carlos Blanco

Hoy empezamos el curso de cuentacuentos para bebés (y no tan bebés, de seis meses a tres años).

Como es un día especial, hemos querido hacer de este lunes, lunes de fiesta mayor. Por eso hemos invitado a Carlos Blanco, uno de nuestros poetas infantiles favoritos, para que nos cuente sus cosas, nos hable de su manera de entender la palabra, nos meta piedras, huesos y conchas en la cabeza y nos haga sentir el cosquilleo de sus poemas.

Podríamos haber empezado el curso de otra manera, pero habríamos perdido gancho, encanto, frescura, verso.

Maestro, poeta; amigo, poeta; creador, poeta; lector empedernido, poeta; encantador de personas, poeta.


El cocodrilo Cirilo
se baña en la charca verde
y cuando ya tiene frío,
duerme en la arena caliente

¿Salmantino? ¿Cacereño? ¿Zamorano? ¿Leonés? ¡Universal!

Esas cuatro ciudades dejaron huella en él y de las cuatro se llevó un frasco de viento, un puñado de tierra y una sonrisa clara, casi transparente. Todo lo guardó en su hatillo, porque Carlos Blanco transporta sus objetos en hatillo y no mochila: paño viejo en el que envuelve su colección de versos, su museo de palabras.

El jueves por la tarde compartimos con él minutos y cervezas. Nos dejó jugar con sus cosas, nos regaló su tiempo y sus palabras... Y nos sentimos niños, como niños se sentirán los que hoy tengan la suerte de escucharle.

Gracias Carlos, amigo. Por tu tiempo, por tus poemas, por dejarnos saber que podemos contar contigo (no hasta dos o hasta diez, sino contar contigo).




¡Ya viene el día!,
                               llega en tranvía.
Se va la noche
                               subida en coche.
¡Pi, pi... 
Viene deprisa,
                               me da la risa. 
La luna duerme
                               sin su camisa.
Ya sale el Sol,
                               tengo calor.
Toca la urraca
                               bien la carraca.
¡Qué linda flor!,
                               me da su olor.
La mariposa
                               vuela y se posa.
Hace ¡pom!, ¡pom!...
                               mi corazón.

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